sábado, 14 de febrero de 2009

ALCALDE, NO NOS CREA TAN PENDEJOS

La decisión de aumentar el mal llamado “pico y placa” a todo el día en Bogotá es una de esas medidas que nos obligan a cuestionarnos sobre la verdadera capacidad de nuestros gobernantes, si es que carecen de ella o si la tienen en exceso pero la utilizan para fines distintos a los de proteger los intereses de la ciudadanía, como parece suceder en el caso de Samuel Moreno.

Que otra cosa puede pensar el ciudadano trabajador cuando ve sus derechos cada vez más recortados, sin concertación ni consideraciones de ninguna clase, mientras con los transportadores, beneficiarios directos de esta arbitrariedad, “se está concertando la medida” ¿como así? Alcalde, no nos crea tan pendejos!

También queda uno muy despistado cuando recuerda el “ni un minuto más de pico y placa,” frase que le valió el respaldo de un amplio número de automovilistas, que hartos del acoso diario a que nos tienen sometidos, lo pusimos allí. Nos mintió, nos estafó y de paso se llevó no solo su propia credibilidad sino la del partido que dice representar.

Y que pensar cuando una institución tan seria como la Universidad de Los Andes asegura que solo saldrán de circulación entre 180 y 212 mil carros particulares, no los 530 mil que dice Moreno, lo que representa un desfase cercano al 60%. ¿Que interés puede haber en manipular esta información? ¿o es que de verdad le resultan tan difíciles los números? Tampoco nos resulta creíble el cuento chino de que la medida es temporal. Creámosle a Los Andes que nunca nos ha mentido.

La medida en si misma es un monumento a la falta de sentido común, a la improvisación, a la ineficacia, a la desconsideración y a la falta de visión. En ninguna cabeza que funcione bien cabe que el trancón se remedia sacando de circulación unos carros particulares para meter 3 mil y pico de buses que competirán con los particulares sobrevivientes por unas pocas vías en regular estado y unas trochas dignas de camper cross.

Dentro de unos pocos meses las ventas de carros usados habrán igualado el número de los que no pueden circular y no tendremos ninguna solución pero si un problema mayor, porque con seguridad tendrá que emitir un nuevo decreto en el que se prohíba la circulación no solo por números de placa sino por modelos para enmendar hasta donde pueda la barbaridad que cometió. Créanme que no es nada absurda ni lejana la posibilidad.

La imaginación no le alcanzó a Moreno para pensar, por ejemplo, en la sincronización de los semáforos, en la señalización de las obras para evitar que la gente se meta en los trancones cuando ya no tiene opción de devolverse; tampoco se le ocurriría revaluar el papel represor de la policía de tránsito para convertirlos en organizadores del tráfico, no en cazadores, en construir pasos elevados o subterráneos para Transmilenio lo que aliviaría filas interminables en sectores críticos como la calle 80 y muchísimo menos en modificar horarios, utilizar la tecnología para evitar desplazamientos innecesarios o en educar a la ciudadanía para que aprenda a utilizar racionalmente sus vehículos. No, como en el viejo cuento, hizo lo más fácil, vendió el sofá.

Jamás consideró el negativo efecto que para las empresas representa el no poder entregar sus mercancías a tiempo, lo cual es especialmente grave para las que comercian con productos perecederos, es decir, con la comida de la gente. Cosas como esta han llevado a que algún sector de la industria esté considerando solicitar al Ministerio de Protección Social autorización para imponer a sus empleados una especie de “pico y placa” laboral en virtud del cual un porcentaje de sus empleados no trabajaría durante uno o dos días a la semana, sin remuneración, obviamente, para disminuir sus costos de operación y sobrevivir al frenazo económico que esta medida representa. El efecto que esto tendría es verdaderamente apocalíptico.

No pensó en lo que tendrán que hacer para sobrevivir con menores ingresos los que directa o indirectamente obtienen su sustento de los carros, que son más de un millón de personas solamente en Bogotá. Ignora las nefastas consecuencias que esto tiene para la seguridad ciudadana y le importa poco aumentar la pobreza en una ciudad donde hay gente que ya aguanta hambre. Todos, con o sin carro, terminaremos pagando las consecuencias de la improvisación y el facilismo.

El tema es muy complejo y las soluciones no se ven cercanas ni fáciles, pero lo mínimo que podría esperar uno de quien gobierna la primera ciudad del país es un poco más de análisis y de imaginación y no la elección de, simplemente, la más fácil y a mediano plazo más riesgosa jugada para mejorar la inmovilidad a la que las incompetencias gobernantes nos tiene sometidos. Que haga una encuesta pública, a la luz del día, en la que además se propongan soluciones, que con seguridad las hay muy buenas. Quizá aquello de que el pueblo es superior a sus gobernantes sea cierto y le ayude en algo, así por lo menos empata

No hay comentarios:

Publicar un comentario