martes, 17 de febrero de 2009

AUMENTAR LA DURACIÓN DEL PICO Y PLACA IMPLICARÁ MÁS PÉRDIDAS QUE BENEFICIOS PARA LOS BOGOTANOS

La decisión de restringir el uso del automóvil en 40% durante todo el día en Bogotá seguramente constituye un nuevo record mundial en términos de limitación de la libertad de movilidad para los ciudadanos.

Ya conocemos las historias de las restricciones de Santiago y México D.F., que en su momento limitaron el uso del automóvil durante todo el día en 20%. También están bien documentadas las desastrosas consecuencias que generaron estas medidas: Se buscó solucionar con esto el grave problema ambiental y lo que se obtuvo fue un aumento considerable en el uso de los vehículos más contaminantes.

Un primer elemento que sorprende es que, aparte de una encuesta de opinión, la medida se toma sin ningún tipo de estudio serio. El Alcalde plantea que se afectarán cerca de 500.000 vehículos al día y confía en que, gracias a esa reducción, el impacto de las obras en curso sea menor. De hecho, esos 500.000 vehículos ya están afectados en los períodos pico. No queda entonces claro el impacto que se tendría en horas no pico y en itinerarios que no generan congestión.

Los bogotanos hemos adoptado un estoicismo idiota ante el problema de la movilidad. Durante cerca de una década, las medidas realmente importantes - como el desarrollo del Sistema Integrado que mejore la totalidad del transporte público, la recuperación de la malla vial, una mínima gestión del tráfico y la expansión de la red vial - fueron reemplazadas por el pico y placa. La medida “temporal” se constituyó en la droga adormecedora que justificó la inmovilidad de las autoridades de transporte en múltiples campos.

Al analizar la teoría económica es fácil entender porqué tan solo algunas pocas ciudades en el mundo han adoptado este tipo de medidas y porqué han terminado por desecharlas. Cuando una persona decide utilizar el automóvil lo hace porque obtiene una utilidad es decir, porque el viaje que realiza contribuye a su bienestar, y además, en la mayoría de los casos, contribuye a aumentar el producto y el bienestar de la sociedad. Por eso mismo el restringir la movilidad implica pérdidas considerables para el bienestar de las personas y para la economía de la ciudad.
Si en la actualidad los bogotanos usuarios del automóvil soportan la congestión, cuadran sus horarios para amortiguar el “pico y placa” y se resignan ante el estado de las vías, es porque para ellos el uso de su vehículo sigue siendo la mejor opción y quizás es la única aceptable.

Un estudio reciente que analiza la situación en varias ciudades del mundo[1] concluye que las pérdidas económicas ligadas al “pico y placa” ascienden hoy por hoy a los 150 millones de dólares anuales. Este análisis toma en cuenta la desutilidad o pérdida de utilidad de los usuarios del automóvil cuando no utilizan el vehículo, así como los ahorros de tiempo que se derivan de la menor congestión de las vías. El balance indica que la utilidad obtenida cuando viaja un mayor número de usuarios del automóvil es mayor que el valor del tiempo ahorrado gracias a la descongestión de las vías.

Al aumentar la duración del pico y placa, la desutilidad de los bogotanos va a aumentar mientras que los ahorros en tiempo de viaje serán limitados, puesto que la restricción adicional operará fuera de las horas de mayor congestión o sea que su impacto sobre las velocidades será proporcionalmente menor.
Es claro que una de las metas que se persiguen con el “pico y placa” es un menor uso del automóvil, lo cual es deseable desde el punto de vista ambiental. Pero el efecto puede ser el contrario si los usuarios terminan por comprar un segundo automóvil, como ha ocurrido en otras grandes ciudades.

Por otra parte, mientras los usuarios no tengan modos de transporte alternativos, aún medidas más racionales para limitar el uso del automóvil - como las políticas de estacionamiento o los peajes urbanos - pueden tener impactos negativos importantes sobre la economía de la ciudad.

Este último es el caso de Bogotá. En la situación actual, con un sistema de transporte público caótico, Transmilenio saturado, altos niveles de contaminación atmosférica que hacen insalubre el uso de la bicicleta, ¿somos capaces de reubicar los viajes diarios que se realizan en automóvil y que en su mayoría son viajes productivos, o nos están condenando a movernos menos, a ser menos productivos, a tener menos oportunidades?

¿Qué esperar en caso de que se mantenga la medida? Un sacrificio excesivo de los bogotanos, un posible deterioro de los niveles de servicio de Transmilenio, el mismo trancón en los períodos de punta, la adopción permanente del pico y placa, la compra de un nuevo vehículo por parte de los más ricos y un aumento sustancial del número de motos, con nefastas consecuencias en términos de accidentalidad, de espacio público y de ruido en las calles.

* Ph.d. en Transporte de la Universidad de París y Director del Grupo de Transporte de la Universidad de Los Andes.
Nota de pie de página

[1] Bocarejo JP, 2008, “Impact économique des politiques liées à la mobilité : les cas de Londres, Paris, Bogotá et Santiago », Tesis de doctorado Universidad París Este

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